.
“La
mujer, desesperada por obtener las mejores ofertas en la tienda de
descuento Wal-Mart, regó con un spray de pimienta a las personas que
esperaban con la intención de alejarlas de la mercancía que ella
quería”. Ésta podría ser la escena de una película de Pedro Almodóvar si
no fuese porqué la imagen pertenece a la realidad y tal relato fue
publicado, el 25/11/2011, en el periódico Los Angeles Times.
Visto lo
visto podríamos sugerir que frente a los grandes centros comerciales, y
aún más en época de rebajas, se colocaran grandes carteles advirtiendo
que “consumir perjudica gravemente su salud”, al más puro estilo de las
Autoridades Sanitarias. Y es que el consumismo irracional, superfluo y
no necesario, que promueve el sistema capitalista, no sólo puede afectar
de manera inesperada y contundente nuestra salud vía “ataque de spray
pimienta” sino que sobre todo afecta la “salud” del planeta.
Sólo por poner un ejemplo, si
todo el mundo consumiera como un estadounidense medio harían falta
cinco planetas tierra para colmar nuestra voracidad, pero de planeta
tierra sólo tenemos uno aunque se nos quede pequeño. Nos hemos
acostumbrado a vivir sin tener en cuenta que habitamos en un mundo
finito y el capitalismo se ha encargado muy bien de ello. Se asocia
progreso a sociedad de consumo, pero tendríamos que preguntarnos
progreso para qué y para quiénes y a costa de qué y de quiénes.
Los
cantos de sirena de la modernidad nos dicen que consumir nos va a hacer
más felices, pero tal felicidad nunca llega por más que compremos.
“Ahoga tus penas con una buena compra” parece el slogan del capitalismo
de hoy, pero nuestra insatisfacción nunca queda satisfecha. La felicidad
no llega golpe a de talonario.
Nos dicen
que compremos unas gafas Chanel, un osito Tous o unos pantalones Mango
para sentirnos Claudia Schiffer, Jennifer López o Gerard Piqué. La época
de vender un producto ha pasado a la historia. Ahora, como enseñan las
buenas escuelas de marketing, nos venden al famoso de turno junto a la
promesa de “salud, dinero y amor”. Y nosotros pagamos encantados el
precio de nuestros sueños.
Nos
venden lo anecdótico como imprescindible y lo banal como necesario y nos
crean una serie de necesidades artificiales. Cambiar de ropa cada
temporada, un móvil de última generación, una televisión de plasma,
etc., etc., etc. Con el consiguiente monto de residuos tecnológicos, de
vestir, electrónicos… que desaparecen tras nuestra puerta y que pasan a
engrosar las pilas de deshechos en los países del Sur, contaminando
aguas, tierra y amenazando la salud de sus comunidades.
O bien el
sistema contra-ataca con su obsolescencia programada… planificando la
fecha de caducidad de todo aquello que compramos para que al cabo de X
tiempo se estropee y tengas que adquirir otro nuevo. ¿Para qué una
bombilla que nunca se apaga, unas medias sin carreras o un ordenador que
no funciona? Mal negocio. Aquí sólo gana quien vende.
A lo
mejor ya va siendo hora de plantearnos que podemos “vivir mejor con
menos”. Y ser conscientes de cómo nos quieren hacer cómplices de un
sistema que nos han impuesto y que sólo beneficia a los mismos de
siempre. Nos dicen que hay sociedad de consumo porque queremos consumir,
pero (más allá de nuestra responsabilidad individual) nadie, que yo
sepa, ha escogido esta sociedad donde nos ha tocado vivir, o al menos a
mí no me han preguntado. Y es que desde que llevamos pañales hasta que
se nos caen los dientes nos bombardean con el “comprar comprar comprar”.
Ahora nos dicen que saldremos de esta crisis “consumiendo”. Yo me
pregunto si “consumiendo” o “consumiéndonos”.
*Esther Vivas es autora “Del campo al plato” (Icaria ed., 2009) y “Supermercados, no gracias, Icaria ed., 2007).(Fuente: comprometidosconlatierra.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario