Cuando el ser humano se conoce y toma las riendas de su persona, comienza el camino hacia los verdaderos milagros.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Las ocho vidas del pan: nada de tirarlo si se pone duro

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Pan
Es un alimento básico en las pirámides de alimentación saludable. (Incerhpan)
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El pan es un habitual en las cocinas españolas, pero muchos optan por tirarlo cuando se pone duro. Un error, ya que existen varias posibilidades de sacarle provecho (no solo como pan rallado).

Desde Consumer recuerdan que el pan tiene muchos usos gastronómicos cuando deja de estar fresco:
  • Pan rallado. Se pasa por un rallador o bien se corta en pequeños trozos y se introduce en un robot de cocina para triturarlo, hasta que se forme una fina cantidad de pan rallado. Con él se puede empanar cualquier filete o unas croquetas. El pan para rallar debe estar seco y duro. Por eso, antes de rallarlo, lo dejaremos reposar durante unos cuatro o cinco días para que tenga esa consistencia.
  • Tostadas. Si ha sobrado pan de un día para otro, se puede comenzar la mañana con unas buenas tostadas. De este modo, se ahorra dinero, no se desperdicia nada y se incluye un alimento indispensable para un completo desayuno. Para hacer las tostadas, bastará pasar unas finas rodajas "vuelta y vuelta" en una sartén antiadherente, sin nada de grasa, o colocarlas en una tostadora.
  • Picatostes. También podemos aprovechar el pan como guarnición de purés y cremas. Se corta en rodajas gruesas y, después, en cuadraditos. Estos se fríen en abundante aceite y, justo cuando se doran, se sacan de la sartén a un escurridor para que eliminen el exceso de aceite. De esta manera, se consiguen unos sencillos y deliciosos picatostes. Además de ser un alimento, los picatostes pueden ser un estímulo para los más pequeños de la casa: con ellos se puede jugar a "pescar barquitos" mientras comen un puré de verduras o de legumbres.
  • Canapés y entremeses. El pan duro es una base apropiada para los entremeses y los canapés. Basta cortarlo en finas rodajas y tostarlo en el horno o la sartén. Luego se aliñan con un hilo de aceite de oliva virgen extra y se agregan los demás ingredientes: unos trocitos de jamón y pimiento verde, una ensaladilla de txaka, una base de tortilla con setas...
  • Migas. Un plato tradicional como las migas se elabora con un pan viejo. Para ello, en una sartén, con un poco de aceite de oliva, se sofríe un ajo cortado muy fino con unos trozos de jamón serrano y de chorizo. Cuando comience a cocinarse y a salir la grasa del embutido, se añade el pan desmigado en trozos pequeños, se remueve y se agrega un poco de agua o de caldo de carne suave, hasta que se forme una masa. Con la sartén siempre a fuego medio, se remueve hasta que las migas comiencen a perder la humedad del agua y queden de nuevo sueltas, pero con toda la sustancia del caldo y de los jugos del cocinado. Además de combinar tradición y economía, se obtendrá un plato contundente, que saciará con poca cantidad.
  • Sopas de ajo o de bacalao. Si disponemos de algo más de tiempo, con el pan duro podemos elaborar una sopa de ajo o una sopa de bacalao. Es una buena manera de cocinar un gran primer plato. Para hacerlo, cortamos el pan en finas rodajas y lo tostamos un poco. Luego, lo agregamos a un sofrito, bien de verduras o solo de ajo. Lo siguiente es añadir caldo (de bacalao para la sopa de pescado o de carne o ave, para la de ajo). Se deja hervir el conjunto, hasta que el pan ligue la mezcla y le dé consistencia. Por último, en el caso de la sopa de pescado, se agrega un bacalao desmigado y un huevo cascado. En la sopa de ajo, se añade un huevo cocido rallado. En ambos casos, este paso final terminará de ligar la sopa y le dará una consistencia cremosa.
  • Torrijas. El pan viejo también se puede usar para hacer postres. El ejemplo más tradicional son las torrijas. Para este plato, es necesario remojar las rebanadas de pan con leche azucarada con canela o vainilla. Una vez que las rebanadas están rehidratadas, se pasan por harina y huevo, y se fríen. Una delicia.
  • Flan. Otra manera de usar el pan para hacer postres consiste en añadirlo al "aparejo" del flan. Es decir, a la mezcla de leche, huevos, azúcar y aromas (como limón, vainilla o agua de azahar), agregamos unos trozos de miga de pan. Una vez elaborado, el flan quedará con una textura similar a la de los bollos, un plato muy rico e idóneo para los cocinillas a quienes les gusta la repostería.
Fuente: 20minutos.es

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