Como las notas en un pentagrama, las emociones suben y bajan al ritmo de las melodías. La música nos hace llorar, reir y enamorarnos... tiene el poder de emocionar desde nuestros primeros ancestros. A diferencia de la palabra hablada, la música
conecta directamente con nuestro subconsciente, con el lado más primitivo de nuestro cerebro, y es capaz de hacer que genere endorfinas o adrenalina.
La música puede hacer mucho más que deleitar los sentidos o relajar el ánimo con el 'chill out'
Pero desde hace unos años los científicos han comprobado que la música puede hacer mucho más que deleitar los sentidos o relajar el ánimo con el
chill out: con el entrenamiento adecuado, una embarazada es capaz de trabajar su suelo pélvico y
dar la vuelta a un bebé que viene de nalgas usando la voz, un niño afectado de parálisis puede andar, un adolescente con autismo, pronunciar sus primeras palabras o un anciano con Alzheimer, recordar quién es. Se trata de la musicoterapia y sus aplicaciones son cada día más variadas y numerosas: bulimia y anorexia, drogadicción, depresión, estimulación de bebés prematuros, hiperactividad, trastornos del lenguaje, rehabilitación de funciones motoras, dolor crónico, preparación al parto...
El objetivo de la musicoterapia no es curar sino
mejorar la calidad de vida y la salud física, social, comunicativa, emocional e intelectual de muchas personas, enfermas y también sanas.
Artistas como Loreena McKennitt, gran representante de la música celta, están vivamente interesados en este campo: "Me encantaría participar en estas investigaciones, en Montreal hay muchas; yo trabajaría sobre diferentes ritmos,
para ver cómo estimula las diferentes partes del cerebro". Para ella resulta fascinante que un mismo instrumento, la gaita escocesa, provoque tanta melancolía y, cambiando el ritmo, fuera empleada para incitar a los hombres cuando iban a la guerra.
Usos mecánicos
La terapia no sólo consiste en hacer música: se aprovechan
las aplicaciones mecánicas del canto y de instrumentos de lo más diverso (flautas, tambores, xilofones, guitarras, armónicas...) para entrenar los músculos del cuerpo, los faciales y las cuerdas vocales, relajar los miembros (tocando un tambor, por ejemplo), descargar tensión y emociones reprimidas e incluso como medio de comunicación.
Sus profesionales son médicos, psicólogos, pedagogos y músicos titulados con una formación de postgrado
Se trata de una actividad terapéutica en plena expansión y con una sólida base científica. Sus profesionales son
médicos, psicólogos, pedagogos y músicos titulados con una formación de postgrado en esta materia, equivalente a una carrera de tres años.
Según el profesor Mariano Betés de Toro, director del Máster de Musicoterapia impartido en la facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares, existen
estudios neurológicos muy serios desde los años 60 que demuestran la efectividad de este tipo de terapias, y las nuevas tecnologías de radio imagen así lo constatan. "Y no sólo afecta al cerebro, la música son ondas vibratorias de carácter físico que se introducen en nuestro cuerpo, no sólo por nuestros oídos, por eso la musicoterapia es efectiva incluso en personas sordas".
Lamenta el escepticismo que aún impera en este campo "por la ignorancia de algunos miembros de la comunidad científica" pero celebra que la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón cuente con
una plaza pública de profesor de Musicoterapia y que hospitales como La Paz y El Niño Jesús en Madrid cuenten con su unidad de Musicoterapia. En éste último, un grupo de musicoterapeutas coordinados por la argentina
Cora Leivinson, de la
Escuela de Nuevas Músicas, trabaja en cuidados paliativos con niños terminales.
Trabajo con ancianos
Cora, por otro lado, es experta en musicoterapia en el ámbito geriátrico, sobre el que está preparando un libro. Ella trabaja
con la memoria y la cognición, pero su prioridad es la conservación de la identidad: "cada uno llevamos guardado en nuestros cajoncillos de almacenaje de memoria emotiva, son aquellas canciones de la niñez y adolescencia las que el anciano recuerda o las que están ligadas a sus mejores momentos a lo largo de su vida".
Un caso muy especial
Carla Muñoz, musicoterapeuta de la Escuela de Nuevas Músicas, sintió que le había tocado la lotería cuando le comunicaron que llevaría el caso de Marcos, un niño de 1 año con síndrome de Williams. Se trata de un trastorno poco común, originado por la falta de material genético en el cromosoma 7, que se caracteriza por unos rasgos faciales muy particulares, cierta discapacidad intelectual, defectuosa producción de elastina (lo que provoca dificultades de motricidad) y problemas cardiacos. Pero también cuenta con
una asombrosa habilidad para interpretar y comprender la música, y muchos de ellos poseen un raro don: el oído absoluto. Tienen una percepción tan aguda de los sonidos que la sirena de una ambulancia les puede producir un desmayo.
En otros países como Estados Unidos, Holanda o Finlandia la musicoterapia está más extendida que aquí
Los padres de Marcos, Rosa y José Antonio, pudieron identificar rápidamente el problema, lo que les ha permitido
tratarle de una forma temprana; una gran ventaja, ya que Marcos conseguirá más avances que otro niño tratado con posterioridad. "Hay personas con este síndrome que no saben ni atarse los zapatos, o no saben leer o escribir, y en cambio
tocan perfectamente varios instrumentos o saben cantar ópera en varios idiomas, sin haber estudiado nunca otras lenguas", cuenta Rosa. José Antonio, por su parte se lamenta: "En otros países como Estados Unidos, Holanda o Finlandia la musicoterapia está más extendida que aquí, y no todo el mundo se pueden permitir pagar este tipo de tratamientos". Gracias a la asociación
ASWE, ellos supieron de la Escuela de Nuevas Músicas y las terapias que ofrecían para personas como el caso de su hijo.
Para Carla, trabajar con un niño como Marcos desde tan pequeño es
un auténtico privilegio. Gracias a la emoción que el pequeño siente por la música han logrado que eche a andar a una edad muy similar a la de otros niños sin problemas. Y sólo es el principio.
El controvertido efecto ‘Baby Mozart’
Estudios realizados en los años 90 revelaron que la música de Mozart incrementaba las conexiones neuronales de los bebés, y con ello la inteligencia. En virtud de este estudio, llamado efecto Mozart,
el mercado se llenó de CD y DVD’s de Mozart, Bach y otros compositores destinados a bebés, pero nuevos estudios demostraron que los niños que los escuchaban no mejoraban respecto a otros. "No sólo se trata de escuchar música clásica, sino de hacerlo en un entorno controlado por profesionales", explica el profesor Mariano Betés de Toro, experto en Musicoterapia. Escuchar pasivamente a Mozart no tiene efecto terapeútico, y si ocurre en un ambiente estresante, incluso podría tener para el que la escucha connotaciones negativas.
Hitos históricos de la musicoterapia
Prehistoria: La música se emplea en ritos de curación.
Egipto: Papiros egipcios del año 1.500 a. C. describen la influencia de la música sobre el cuerpo humano, el alma y la mente, e incluso la fertilidad.
La Biblia: David, con su talento para tocar el arpa, calma el atormentado espíritu del rey Saúl, una práctica hebrea frecuente.
Grecia clásica: Se formula la teoría del Ethos, por la cual el ser humano y la música están íntimamente relacionados: la música puede influir en los estados de ánimo y en el carácter.
Siglos XVII al XIX: Surgen los primeros estudios médicos que utilizan la música de una manera científica, como terapia psicológica y neurológica.
Siglo XX: Nace en EE UU la Musicoterapia como ciencia, aplicada a los excombatientes de la Segunda Guerra Mundial.
Años 90: La musicoterapia llega a España. Los primeros cursos se imparten en centros privados. En 1998 se inaugura el primer Máster de Musicoterapia en una universidad pública, la de Alcalá de Henares (Madrid), y las clases se imparten en la facultad de Medicina.