- Cuatro expertos explican que es tan posible como trabajoso y efímero.
- La obsesión de vivir instalados en la felicidad es más moda que realidad.
Es indefinible, como el amor o la edad de Sara Montiel. Ni se crea ni se destruye: se transforma como la energía o el rostro de Belén Esteban. Y es deseada, envidiada y protagonista de películas, novelas y canciones de Romina Power y Al Bano. Es, claro, la felicidad: proponemos un viaje para conocerla a través de 4 expertos.
"Sin deseo no hay avidez", dice, "y se está menos expuesto a la frustración. Perseguir la felicidad conlleva una decepción inevitable: la vida también está hecha de sufrimiento. Creemos que la felicidad es un derecho, pero hay que entender y aceptar lo doloroso y asumir que nada durará para siempre. El amor, por ejemplo... Te hace feliz, pero termina trayendo desamor, infelicidad y pérdida. Lo importante es entregarse a la experiencia sabiendo que nada es del todo seguro".
La clave, fíjense qué palabras más anticuadas, podría estar en la espiritualidad o los principios. "Hay culturas", dice Peñarrubia, "donde los valores emocionales e internos se imponen a los materiales y externos, y eso hace sentir mejor: los valores materiales son difíciles de conseguir, excluyentes, y al no tenerlos terminas convertido en un paria".
Y nuestros progenitores, quizá, nos contaron muchos cuentos de hadas: "Al querer protegerlos", dice la escritora Alejandra Vallejo-Nájera, "muchos padres enseñaron a sus hijos que la vida es divertida y fácil. Pero está llena de reveses: por eso, el nivel de tolerancia ante la frustración ha bajado mucho, y se retrasa la edad de la madurez. Nuestros abuelos o padres sufrieron guerras, fueron privados de lo más esencial, vivieron una inseguridad absoluta que les hizo valorar más las cosas. El bienestar conquistado sabe mejor que el recibido y ya hecho".
Entonces, ¿mejor que nos vaya peor? Para Peñarrubia, no: "Pensar que la solución es volver a sufrir es una barbaridad, como lo es fantasear con que eliminaremos el sufrimiento de la existencia. Creer eso nos condena al descalabro, al nihilismo, a tirar con facilidad la toalla y perder la fe en la vida". Así que, según el filósofo Javier Sádaba, nos queda una doble vía de escape: la animal o la intelectual.
"Hay dos niveles para lograr la felicidad", dice Sádaba. "El primero es pasivo, animal: la buena música, el buen vino, los aspectos más epicúreos y gratos de la sociedad. Pero el más importante es el segundo camino: la conciencia satisfecha, la moral, el hacer lo que uno tiene que hacer para vivir a gusto consigo mismo". Dos caminos que habitan en todos y donde quizá pueda esconderse la frustración y, por antítesis, el secreto de la felicidad.
Todos tenemos en el interior subpersonajes que andan peleados, y gran parte del trabajo de intentar ser feliz es presentarles, fomentar que se conozcan y pasen de ser enemigos a colaboradores. La felicidad es una palabra muy grande, pero si algo puede darnos bienestar es eso: no tener tanto éxito, amor o satisfacciones, sino simple y llanamente estar a gusto con uno mismo y llevarse bien".
Pues ya lo saben: en 2011 no sólo será feliz si les toca la lotería, consiguen empleo o encuentran al amor de su vida, que también. Lo será, al menos a ratos, si empiezan a contemplarse con distancia a sí mismos, trabajan para comprenderse y se llevan un poco mejor: ya habrá tiempo para pelearse con los otros.
Víctor Hugo afirmó que "la suprema felicidad de la vida es saberse amado por uno mismo o, más exactamente, a pesar de uno mismo", mientras que Goethe entendía que "todo se soporta en la vida, a excepción de mucha felicidad". Unamuno era realista ("Una de las ventajas de no ser feliz es que se puede desear la felicidad"); Jardiel Poncela, jocoso ("Hay dos maneras de conseguir la felicidad: una, hacerse el idiota"); y Woody Allen, sombrío: "La única manera de ser feliz es que te guste sufrir".
Se busca
La buscamos como los borrachos buscan su casa: sabiendo que tenemos una, pero sin poder asegurar dónde está. Así es la felicidad: efímera, esquiva y reconocible. Dicen que ni siquiera se vive, sino que se recuerda, pero de algún modo se podrá encontrar. Para el psicólogo Paco Peñarrubia, una clave es no desear."Sin deseo no hay avidez", dice, "y se está menos expuesto a la frustración. Perseguir la felicidad conlleva una decepción inevitable: la vida también está hecha de sufrimiento. Creemos que la felicidad es un derecho, pero hay que entender y aceptar lo doloroso y asumir que nada durará para siempre. El amor, por ejemplo... Te hace feliz, pero termina trayendo desamor, infelicidad y pérdida. Lo importante es entregarse a la experiencia sabiendo que nada es del todo seguro".
El dinero no la da...
... pero ayuda a conseguirla. Eso al menos dicen algunos, pero no nuestros consultados. "Al viajar a lugares pobres", explica el psicólogo Javier Urra, "aprendemos a relativizar y a darnos cuenta de que nos quejamos por lo ínfimo. Debemos aprender a pensar en lo que tenemos: nos centramos más en lo que nos falta, y eso frustra".La clave, fíjense qué palabras más anticuadas, podría estar en la espiritualidad o los principios. "Hay culturas", dice Peñarrubia, "donde los valores emocionales e internos se imponen a los materiales y externos, y eso hace sentir mejor: los valores materiales son difíciles de conseguir, excluyentes, y al no tenerlos terminas convertido en un paria".
Tener, tener y tener
Si es que nos han educado fatal. La publicidad nos convenció de que cuanto más tengamos, mejor. Los medios, igual: se es feliz al tener pareja, al estrenar casa, al volante de un cochazo.Y nuestros progenitores, quizá, nos contaron muchos cuentos de hadas: "Al querer protegerlos", dice la escritora Alejandra Vallejo-Nájera, "muchos padres enseñaron a sus hijos que la vida es divertida y fácil. Pero está llena de reveses: por eso, el nivel de tolerancia ante la frustración ha bajado mucho, y se retrasa la edad de la madurez. Nuestros abuelos o padres sufrieron guerras, fueron privados de lo más esencial, vivieron una inseguridad absoluta que les hizo valorar más las cosas. El bienestar conquistado sabe mejor que el recibido y ya hecho".
Entonces, ¿mejor que nos vaya peor? Para Peñarrubia, no: "Pensar que la solución es volver a sufrir es una barbaridad, como lo es fantasear con que eliminaremos el sufrimiento de la existencia. Creer eso nos condena al descalabro, al nihilismo, a tirar con facilidad la toalla y perder la fe en la vida". Así que, según el filósofo Javier Sádaba, nos queda una doble vía de escape: la animal o la intelectual.
"Hay dos niveles para lograr la felicidad", dice Sádaba. "El primero es pasivo, animal: la buena música, el buen vino, los aspectos más epicúreos y gratos de la sociedad. Pero el más importante es el segundo camino: la conciencia satisfecha, la moral, el hacer lo que uno tiene que hacer para vivir a gusto consigo mismo". Dos caminos que habitan en todos y donde quizá pueda esconderse la frustración y, por antítesis, el secreto de la felicidad.
Hazte amigo de ti mismo
"Lo que más ayuda al bienestar", concluye Peñarrubia, "es hacerse amigo de uno mismo. Aunque solemos cifrar la felicidad y la infelicidad atendiendo a factores externos, la mayor fuente de desgracias es estar peleado con uno: enfrentar lo que queremos con lo que no tenemos, lo hedonista con lo ascético, el deseo con la culpa.Todos tenemos en el interior subpersonajes que andan peleados, y gran parte del trabajo de intentar ser feliz es presentarles, fomentar que se conozcan y pasen de ser enemigos a colaboradores. La felicidad es una palabra muy grande, pero si algo puede darnos bienestar es eso: no tener tanto éxito, amor o satisfacciones, sino simple y llanamente estar a gusto con uno mismo y llevarse bien".
Pues ya lo saben: en 2011 no sólo será feliz si les toca la lotería, consiguen empleo o encuentran al amor de su vida, que también. Lo será, al menos a ratos, si empiezan a contemplarse con distancia a sí mismos, trabajan para comprenderse y se llevan un poco mejor: ya habrá tiempo para pelearse con los otros.
De Epicteto a Woody Allen
Sabios de todas las épocas han tratado de definir la felicidad con un torrente de citas. El filósofo Epicteto explicó que "la felicidad no consiste en desear y gozar cosas, sino en no tenerlas porque eso es lo que nos hace ser libres".Víctor Hugo afirmó que "la suprema felicidad de la vida es saberse amado por uno mismo o, más exactamente, a pesar de uno mismo", mientras que Goethe entendía que "todo se soporta en la vida, a excepción de mucha felicidad". Unamuno era realista ("Una de las ventajas de no ser feliz es que se puede desear la felicidad"); Jardiel Poncela, jocoso ("Hay dos maneras de conseguir la felicidad: una, hacerse el idiota"); y Woody Allen, sombrío: "La única manera de ser feliz es que te guste sufrir".